Armando C. del Partido 3 de Febrero (Provincia de Buenos Aires) nos solicita artículos sobre la inseguridad. Sin dudas, éste es uno de los temas que más hemos abordado en nuestras columnas, por lo que -momentáneamente- subimos dos artículos publicados en distintos medios de la ciudad de Córdoba y la ciudad de Alta Gracia, los que bien pueden aplicarse a cualquier localidad de nuestra Argentina.
Publicado en la Revista "TRANSFORMACIÓN"
Córdoba - Mayo, 2001
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Publicado en el periódico "RESUMEN DE LA REGIÓN"
Alta Gracia, Córdoba - Agosto 2005
LA SENSACIÓN DE INSEGURIDAD
La gran difusión dada en este último tiempo por los medios de prensa a los hechos policiales se ha convertido en el causal más importante del temor de la ciudadanía a resultar víctimas de un delito, preocupación o estado llamada por muchos “sensación de inseguridad”. A ese conocimiento periodístico de los hechos se le debe sumar aquellos que el individuo llega a poseer por cualquier medio que no sea masivo ni de comunicación.
De esta forma se puede deducir que no siempre significan una influencia en ese temor o incertidumbre el efectivo incremento de la delincuencia o los “motores” que la favorecen como las crisis económicas, por ejemplo. La sensación de inseguridad no corre paralela con los índices delictivos y puede ocurrir -como muchas veces sucede- que aún produciéndose una baja en esos niveles o una alta eficiencia judicial como en nuestra provincia, la sensación persista y con mayor intensidad. Esto es así porque la inseguridad, sensación de la misma y no exposición al real peligro, está más ligada a las consecuencias que derivan de los delitos que a las causas de lo mismos. Las primeras, entiéndase por ellas, toda impresión, impacto o sentimiento de rechazo que el ilícito pueda despertar en quienes han sido o no víctimas, siguen presentes perdurando por mucho más tiempo en la población que reflejadas en los fríos números estadísticos.
De ahí que al trabajar sobre las causas de los delitos se puedan observar rápidas disminuciones de los niveles de delincuencia (labor preventiva) pero muy difícilmente se logre aplacar en ese mismo lapso la sensación temerosa de inseguridad que puede verse multiplicada, bastante más aún, por la imagen de una policía corrompida e inmoral que delinque la mayoría de las veces impunemente.
Al respecto dijo una vez el Ministro de Gobierno Dr. Cafferata Nores: “Hemos resuelto pagar el costo que puede significar mostrar a la sociedad cuando hay policías que cometen delitos”, considerando de esta forma preferible poner a la consideración pública esa lamentable realidad antes de caer en una situación de tolerancia que signifique un grave peligro para la imagen y funcionamiento de la institución. Este funcionario que permanentemente insiste en la necesidad de atacar las causas de los delitos y no sus efectos (entendemos y no solamente sus efectos) no debe quedar satisfecho con sólo “pagar” ese “costo”; debe buscar las causas, según su prédica, y lograr por todos los medios posibles que quienes cumplan esa función inspiren la confianza que la sociedad está requiriendo.
Poner un policía delincuente a disposición de la justicia es trabajar sobre los efectos y sabemos que con eso, siguiendo las expresiones del ministro, “vamos a obtener resultados pero va a seguir habiendo más delitos y las tendencias del delito van a subsistir”.Resulta, entonces indispensable establecer un sistema penal acorde con las características no sólo de inseguridad sino también, la que es mucho peor, como la de impunidad.-
LA INSEGURIDAD EN ALTA GRACIA
El notorio e innegable incremento del delito desarrollado en nuestra ciudad, en especial robos y asaltos domiciliarios, evidencia a las claras que deben implementarse con urgencia nuevos mecanismos y estrategias de trabajo más allá de la acción policial, bajo la coordinación de una estructura policial o municipal, cuyo objetivo sea colaborar en el asesoramiento para la protección de los ciudadanos y los intereses públicos, contra el accionar de la criminalidad.
Son innumerables las alternativas de trabajo que desde esa órbita se pueden desarrollar en pos de aunar esfuerzos en esta verdadera lucha contra la delincuencia, sumando a los instrumentos legales ya existentes para un accionar rápido, eficaz, coordinado, unificado y controlado.
Es mucho lo que se puede hacer, cuestiones como alarmas comunitarias, comisiones vecinales de prevención, dictado de cursos de entrenamiento para vecinos, agencias de seguridad y su legislación, redes telefónicas vecinales, foros de seguridad, jefes de manzanas, etc. pueden implementarse en Alta Gracia, asesorando a los vecinos en una interrelación entre comunidad e institución policial.
Es perentorio actuar con inteligencia, la urgencia nos demanda proceder de inmediato conforme a lo que la gente reclama y la realidad exige. Los ciudadanos tenemos el derecho constitucional de defender y de ser protegidos en nuestra vida, libertad, reputación, seguridad y propiedad.
La Constitución Nacional, los pactos internacionales y especialmente la Constitución de esta provincia, imponen a las autoridades el objetivo de constituir el mejor gobierno para todos, afianzar la justicia, consolidar la paz interna, proveer a la seguridad común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para el pueblo. Los que directa o indirectamente no lo entiendan así, están atentando contra el pueblo y contra la misma Constitución.
No se puede condenar a la sociedad a sucumbir ante la delincuencia, a encerrarse en sus casas y negocios tras rejas en ventanas y puertas, con alarmas y con custodias privadas, mientras los delincuentes circulan por las calles buscando a quién robar. Se deben sumar herramientas a la columna vertebral del accionar policial que es la prevención, constituyendo comisiones de seguridad, asesorando a las comisiones vecinales, extremando los controles en materia de venta y consumo de bebidas alcohólicas, confiterías y locales bailables, etc., pero no se puede continuar condenando a la sociedad a esta inseguridad actual.
El incremento del delito en Alta Gracia es indiscutible, más allá de lo que puedan indicar los registros cuantitativos de denuncias, ya que no puede obviarse el enorme porcentual de delitos de “cifra negra” o no denunciados, que cada vez son más debido al descreimiento en la labor y efectividad policial y/o judicial. Si nos basamos exclusivamente en dichos resultados estamos inventando una “realidad” que nos llevará a un margen de error de elevada intensidad por tratarse de una mera “realidad ficticia”. Si el diagnóstico es fallido, por ende el pronóstico y políticas a implementar tampoco serán acertadas.
Conozco en esta ciudad familias que han sido víctimas de robos en sus domicilios dos, tres y hasta cuatro veces, y en algunas zonas los hechos se han reiterado con frecuencia menor a la de una semana y con particulares señales de violencia. La patrulla, en especial en horario nocturno, es escasa y deficiente, y ciertas áreas de la ciudad se han convertido en territorio propicio para el accionar delictivo de algunos grupos que parecen encontrar las condiciones óptimas para desplegar su comportamiento ilícito.
La política criminal no es de los penalistas ni de los policías, es de toda la comunidad y fundamentalmente los que dirigen el Estado tienen que reparar lo que está pasando en el espíritu social para ir proyectando las soluciones. Pero no hay política criminal que resulte efectiva si no se cuenta con un accionar policial preventivo responsable y decidido.
Cuando en 1992 me desempeñé como Coordinador General de las “Primeras Jornadas Provinciales de Criminología y Ciencias Afines” realizadas en esta ciudad, a las que asistieron los mejores especialistas de Policía Judicial, Policía de la Provincia, Poder Judicial, de distintas facultades de la Universidad Nacional de Córdoba, etc. advertimos en las conclusiones finales -estudios de Schats sobre predicción delictiva- que en los próximos años Alta Gracia se transformaría en una ciudad con índices de inseguridad preocupantes. Lamentablemente no nos equivocamos, aunque debemos reconocer que fuimos ayudados en el resultado de la proyección, por la dejadez y pasividad de quienes tienen a su cargo el manejo de las políticas y estrategias preventivas.
Se torna preocupante cuando lo que aparenta ser sólo una “sensación de inseguridad”, adquiere características propias de la inseguridad concreta, real, con todas las letras. Algunas de estas manifestaciones se advierten en Alta Gracia. La gente está cansada, harta de que le roben, se vive con miedo, con rejas por todos lados, presos, sin poder salir de sus casas, con alarmas y custodias privadas. Se deben diseñar políticas a implementar alejadas de lo puramente doctrinario; o nos encerramos en los fundamentalismos teóricos o ideológicos o escuchamos los dictados del sentido común que resuenan en la calle, en los medios y en nuestras conciencias. La Academia no es útil si se divorcia de la realidad y de los reclamos sociales.-