El 24 de marzo de 1976 el gobierno democrático de María Estela Martínez de Perón era derrocado en nuestro país con un golpe militar, iniciándose uno de los procesos más sangrientos y trágicos de nuestra historia nacional.
Nadie puede dudar ni discutir que durante esos años se cometieron en Argentina los crímenes y vejámenes más horrendos contra las personas, su integridad y su vida, en un marco de violaciones absolutas a los más elementales derechos humanos. Aún hoy produce espanto verdadero conocer más detalles de todo el horror que se vivió en aquellos años de dictadura, donde quienes se autoproclamaban “dueños de la vida y de la muerte” no dudaron en secuestrar, torturar, violar, robar, apropiarse de bebés, asesinar, etc. entre otros tantos delitos de “lesa humanidad”.
Pero también es cierto que no sólo los militares evidenciaron un desprecio total por la vida de las personas y el orden democrático, hubo movimientos armados, extremadamente violentos, de grupos subversivos que también se creyeron, por una supuesta e inexistente representación popular, con derecho a violar todos los principios y normas de cualquier orden civilizado.
Las muertes y violaciones a los derechos humanos en la Argentina de aquellos años, se produjeron en el marco de un perverso y criminal terrorismo de Estado, pero también, en las acciones de un terrorismo subversivo que ya había iniciado en pleno proceso democrático.
Las calles de nuestro país se vieron inundadas de sangre, horror y muerte, en un clima de violencia, caos y temor que no puede compararse a casi nada. La suspensión de las garantías constitucionales, la inestabilidad y aberraciones jurídicas, los asesinatos, los atentados, las bombas, las desapariciones de personas, etc. generaron un estado constante de violencia diaria que resultaba imposible de respirar y tolerar.
Los que vivimos esos años y padecimos la monstruosidad de unos y otros, podemos -sin ningún tipo de fundamentalismos y obsesiones- gritar a viva voz que repudiamos absolutamente la muerte y violencia venga de donde venga, porque el terrorismo no es de derecha ni de izquierda, es terrorismo.
Es por eso que los argentinos debemos plantearnos como auténtico objetivo ciudadano que jamás podemos repetir aquel horror, nunca más un golpe militar, nunca más el terrorismo subversivo, nunca más las muertes y vejaciones, nunca más los secuestros y las desapariciones de personas, nunca más la violencia de los dementes que se autoproclaman “dioses o elegidos”, nunca más una justicia tuerta que condena a unos y olvida a otros, nunca más. Un verdadero nunca más.-
Artículos Relacionados:
“25 años de democracia”.
“La censura, pasión de la tiranía”.
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Pero también es cierto que no sólo los militares evidenciaron un desprecio total por la vida de las personas y el orden democrático, hubo movimientos armados, extremadamente violentos, de grupos subversivos que también se creyeron, por una supuesta e inexistente representación popular, con derecho a violar todos los principios y normas de cualquier orden civilizado.
Las muertes y violaciones a los derechos humanos en la Argentina de aquellos años, se produjeron en el marco de un perverso y criminal terrorismo de Estado, pero también, en las acciones de un terrorismo subversivo que ya había iniciado en pleno proceso democrático.
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Los que vivimos esos años y padecimos la monstruosidad de unos y otros, podemos -sin ningún tipo de fundamentalismos y obsesiones- gritar a viva voz que repudiamos absolutamente la muerte y violencia venga de donde venga, porque el terrorismo no es de derecha ni de izquierda, es terrorismo.
Es por eso que los argentinos debemos plantearnos como auténtico objetivo ciudadano que jamás podemos repetir aquel horror, nunca más un golpe militar, nunca más el terrorismo subversivo, nunca más las muertes y vejaciones, nunca más los secuestros y las desapariciones de personas, nunca más la violencia de los dementes que se autoproclaman “dioses o elegidos”, nunca más una justicia tuerta que condena a unos y olvida a otros, nunca más. Un verdadero nunca más.-
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