En la localidad de Gobernador Gálvez, provincia de Santa Fe, se desató una verdadera tragedia de tiros, heridos y muertes a raíz del robo de un par de zapatillas a un joven de 22 años.
Según los informes periodísticos, Gabriel Gómez de 17 años, le roba a Cristian González sus zapatillas, por lo que el último reacciona provocándole un disparo mortal. Poco después, la familia y algunos amigos de Gómez, indignados por la muerte del joven delincuente, se tirotean con quien resultó víctima del robo provocándole la muerte en medio de una gran balacera, donde también resultaron heridos dos mujeres y un adolescente.
Más allá del caso puntual, todos sabemos que este tipo de hechos suceden cotidianamente en cualquier ciudad de nuestro país, donde los enfrentamientos con muertos y heridos entre bandas y grupos delictivos son casi una materia de todos los días, en tiempos que se parecen más al lejano oeste que al presente de una sociedad organizada.
Nadie se sorprende ya de los tiroteos nocturnos y a plena luz del día que se suceden en estos lugares, donde todos tienen armas de fuego y hasta se pasean armados por sus barrios haciendo ostentación del descontrol más absoluto por parte de las autoridades que parecen estar mirando para otro lado.
Los jóvenes, adolescentes y hasta niños, alcohol y drogas mediante, se agrupan en patotas o “barras” para enfrentarse entre ellos, arreglando “sus diferencias” de la manera más elemental y violenta, ante la mirada impávida de una sociedad que no advierte el crecimiento monstruoso del virus de la marginalidad y el delito.
Y mientras algunos afirman que la inseguridad actual no existe o que está exagerada por los medios opositores, u otros escupen argumentos que sólo consisten en la negación del grave problema social que estamos padeciendo, los hechos de esta naturaleza se suceden minuto a minuto en cualquier barrio o localidad de nuestro país.
La delincuencia, inseguridad y marginalidad son nuestra realidad y no el invento o exageración de los malvados medios de prensa y la oposición; y aunque algunos sostengan que se trata de un “problema” de las clases “marginales”, “que se arreglen y maten entre ellos”, algo así como un “equilibrio ecológico de los delincuentes”, no podemos dejar de advertir que nos estamos convirtiendo en un país que es como una tierra de nadie, una Argentina del lejano oeste.-
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