Una vez más los
argentinos asistimos a un nuevo debate sobre el tema de la inimputabilidad y la
participación de menores en delitos graves, generándose una nueva discusión
sobre la edad de los mismos, su capacidad para comprender la criminalidad del
acto, el aprovechamiento de adultos que los “usan” para delinquir, los lugares
de detención, etc.
Hemos escrito mucho
sobre estas problemáticas como la delincuencia juvenil, minoridad, inimputabilidad
y las acciones que deberían implementarse con fines preventivos más que
represivos, por lo que vamos a insistir en la necesidad imperiosa de que se
abra un debate serio y profundo sobre estos hechos delictivos de jóvenes,
adolescentes y hasta niños, con manifestaciones de violencia cada vez más
preocupantes. Debatamos sobre la edad, si la bajamos a 14 o 15, los delitos que
quedarían incluidos, las penas máximas aplicables, los lugares de detención, etc.
pero también incluyamos en el debate lo que es fundamental frente a toda
conducta antisocial, las causas que conducen a la marginalidad y criminalidad.
Decíamos en una nota
que publicamos hace más de diez años que “quienes nos dedicamos a estudiar y
escribir sobre estos temas, muchas veces no encontramos respuestas para
quienes, desde la posición de víctimas, han padecido su accionar, su
comportamiento delictivo, su violencia, su falta absoluta de respeto por la
vida. ¿Qué le podemos explicar desde el conocimiento criminológico a una
anciana que ha sido golpeada salvajemente por un menor?, ¿qué le podemos decir
a quién sufrió la violencia de un casi niño que armado estaba dispuesto a todo?”.
A quienes resultaron víctimas
no les interesan las teorías ni las explicaciones de juristas, sociólogos,
criminólogos u otros especialistas, solo exigen acciones y soluciones concretas
frente a lo que han padecido. Podemos explicarles que “la imputabilidad es la
capacidad psíquica de culpabilidad, es decir, comprender la antijuridicidad de
sus actos y adecuar su conducta a esa comprensión, y lo entienden perfectamente
bien”, pero se dificulta mucho conseguir que entiendan que para la ley ese
joven que armado ingresó a su casa, golpeó, amenazó y hasta mató, no comprendía
la criminalidad de sus actos ni podía adecuar su conducta a esa comprensión.
Son muchos los aspectos
que debemos analizar y modificar en nuestra legislación y su aplicación penal
para los menores, y seguramente llevará tiempo avanzar en los cambios que se
requieren para lograr un régimen normativo adecuado, pero muy poco lograremos
si se sigue debatiendo esta problemática con fines electorales, como reacción momentánea
o con demagogia.
La sociedad exige desesperadamente que enfrentemos un debate amplio y profundo sobre esta grave problemática, pero de manera integral porque de nada sirve el remedio si no atendemos las causas que han generado su necesidad. Si no lo hacemos así, seguirá siendo un tema de debate eterno.-
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