El Tribunal de Conducta de la Policía de Córdoba sancionó con el pase a situación pasiva a un oficial de la comisaría de la ciudad de Marcos Juárez, por haberlo encontrado fumando un cigarrillo de marihuana en el mismo interior de la dependencia. El uniformado, de 25 años de edad, fue denunciado por sus propios compañeros, quienes con la orden judicial respectiva y la asistencia de un profesional médico, requisaron sus pertenencias encontrándosele picadura de marihuana en una cantidad aproximada a los 7 gramos y una “pipeta” para consumir los sobrantes de la misma.
No es la primera vez, ni seguramente la última, que se difunde la noticia de que miembros de la policía provincial consumen estupefacientes o bebidas alcohólicas de manera cotidiana en sus horarios de trabajo, por lo que resulta indispensable extremar desde la superioridad los mecanismos de control en quienes cumplen con esta función, ya que es de una peligrosidad extrema que quien porta el arma que le dio la institución lo haga drogado o en estado de ebriedad.
Esto no es una picardía o una falta leve, como las ya conocidas por todos de usar los móviles policiales para asuntos personales, para grabar un video, salir de paseo o inclusive para el “levante”, esto es muy grave, y de una vez por todas deben revisarse con mayor seriedad las condiciones personales, morales y éticas de quienes van a ocupar tales cargos. El convertirse en efectivo policial no debe, bajo ningún punto de vista, ser la opción fácil para todos aquellos que no encuentran otra alternativa de estudio o trabajo, se debe trabajar en pos de una verdadera profesionalización de la función, receptando interesados con auténtica vocación de servicio y aptitudes específicas para el rol a desempeñar.
Como en muchos otros aspectos, la cuestión no es de “cantidad” sino de “calidad”, y si algunos creen que el sumar efectivos a mansalva trae aparejado mayor efectividad en la lucha contra el delito, están totalmente equivocados. Engordar los fríos números estadísticos nada tiene que ver con trabajar seriamente en la prevención y lucha contra la delincuencia, menos aún, si lo hacemos captando a quienes ya no saben qué hacer de su vida o llegan atraídos simplemente por el sueldo rápido, la mutual provincial o la supuesta estabilidad del cargo público.
En la ciudad de Córdoba se ha informado recientemente que el consumo de cocaína en niños y adolescentes se ha incrementado considerablemente, acercándose cada vez más a los niveles conocidos del consumo de marihuana y alcohol. Se ha difundido además, una nueva modalidad para la comercialización de drogas, los llamados “kioscos móviles”, que son remises manejados por “dealers” que le venden a sus pasajeros-clientes los estupefacientes requeridos.
La droga está ganando y ocupando cada día más espacios, el consumo, la preparación o llamadas “cocinas” y la comercialización están creciendo a pasos agigantados, descubriéndose cada día nuevas modalidades por parte de los narcotraficantes para su criminal actividad.
Es imprescindible entonces, trabajar con seriedad y profesionalismo en la lucha contra este flagelo, combatiendo ferozmente en todos los estamentos la corrupción estructural y la connivencia, política, policial y judicial, con el narcotráfico.
Y si bien lo de este efectivo fumando marihuana en la dependencia policial es una demostración acabada de la impunidad con que pueden actuar ciertos policías; o la falta de controles en las agencias “truchas” y sus “kioscos móviles” nos habla a las claras de la complicidad o “arreglos” de algunos, no nos quedemos en el detalle, apuntemos a combatir en serio y con idéntica firmeza a los verdaderos culpables de esta basura que está contaminando a nuestra sociedad.-
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