Ayer, 11 de febrero, fecha en la que se conmemora la primera aparición de la Virgen María en Lourdes, Francia, miles de personas arribaron a la ciudad de Alta Gracia para asistir al Santuario conocido como "La Gruta", donde se reproducen aquellas apariciones sucedidas entre febrero y julio de 1858. Es por ello que incorporo al blog este artículo que publiqué hace unos años, ya que he vuelto a sentir la necesidad de expresar mi opinión sobre dicha festividad.
Lo que para muchos peregrinos y católicos en general es el día de la festividad de Nuestra Señora de Lourdes, para quienes viven en las zonas próximas al Santuario es también padecer otra vez el caos, los gritos, los escándalos, las peleas callejeras, la basura, los borrachos, la usurpación y lucha con los vendedores, la bajeza de que orinen y defequen en las veredas, etc. Y este año se sumó un nuevo -y muy lamentable por cierto- ingrediente, enormes bocinas parlantes instaladas a lo largo de la calle Bútori que a altísimos decibeles difundían música religiosa y particulares mensajes en forma continua desde el mediodía del jueves 10 hasta la noche del viernes 11. Desconozco a quién se le ocurrió tan brillante idea, si fue producto de la intervención de algún avezado funcionario municipal o responsabilidad de los Padres Carmelitas que entendieron más conveniente la difusión de música sacra y algunos mensajes de una catequesis sin dudas infructuosa, antes que la muchedumbre invada como todos los años con el cuarteto, esa expresión musical que mal definen algunos como “folklore cordobés”.
Y francamente no se que es peor, si el cuarteto a todo volumen o la música y mensajes religiosos irradiados día y noche, sin ningún tipo de respeto para con quienes viven en el lugar. Además, me causa gracia y hasta pena la ingenuidad -para no usar otra expresión- de quienes pensaron que difundiendo esos lábiles mensajes se podía atenuar en algo los impulsos e instintos en su cabal acepción de quienes asisten a este tipo de encuentros. El desconocimiento y desorientación de lo que se entiende como pedagogía catequística quedaron en evidencia con actitudes de ese tipo, muy lejos por cierto de una auténtica educación en la fe.
No menos llamativo fue escuchar a un improvisado locutor dar lectura una y otra vez a decretos u ordenanzas municipales que prohibían cualquier otra difusión musical o la venta de bebidas alcohólicas, mientras se expendía y consumía en cada rincón todo tipo de bebidas de dicho contenido.
En realidad, es como una invasión ya que los derechos de quienes resultan invadidos no son reconocidos ni respetados para nada. Pero más que una invasión, es un cambalache donde se mezclan un sinfín de elementos que desnaturalizan claramente el verdadero sentido religioso de una fecha como ésta. La fe, la devoción sincera y el amor a la madre de Dios se ven ultrajados por el comercio, el caos, la música y el desorden generalizado.
Quedarán grabadas en mis recuerdos como tristes postales dos situaciones que observé en la ocasión, la primera, un grupo de jóvenes que mientras buscaban cómo acomodarse en la vereda entre las ramas de árboles que hace casi dos meses cortaron empleados municipales y dejaron tiradas a la buena de Dios, se pasaban uno a otro las botellas plásticas de gaseosa cortadas al medio con vino riendo a carcajadas mientras escuchaban una y otra vez el mensaje difundido por las bocinas: “El que quiera tomar alcohol que se quede en su casa”; y la segunda, una pequeña imagen de Nuestra Señora de Lourdes partida al medio tirada por vaya a saber quién en una caja desbordada de basura. ¿Será que así se sintió Nuestra Madre?, ¿partida al medio entre tanta basura?.-

Y francamente no se que es peor, si el cuarteto a todo volumen o la música y mensajes religiosos irradiados día y noche, sin ningún tipo de respeto para con quienes viven en el lugar. Además, me causa gracia y hasta pena la ingenuidad -para no usar otra expresión- de quienes pensaron que difundiendo esos lábiles mensajes se podía atenuar en algo los impulsos e instintos en su cabal acepción de quienes asisten a este tipo de encuentros. El desconocimiento y desorientación de lo que se entiende como pedagogía catequística quedaron en evidencia con actitudes de ese tipo, muy lejos por cierto de una auténtica educación en la fe.
No menos llamativo fue escuchar a un improvisado locutor dar lectura una y otra vez a decretos u ordenanzas municipales que prohibían cualquier otra difusión musical o la venta de bebidas alcohólicas, mientras se expendía y consumía en cada rincón todo tipo de bebidas de dicho contenido.

En realidad, es como una invasión ya que los derechos de quienes resultan invadidos no son reconocidos ni respetados para nada. Pero más que una invasión, es un cambalache donde se mezclan un sinfín de elementos que desnaturalizan claramente el verdadero sentido religioso de una fecha como ésta. La fe, la devoción sincera y el amor a la madre de Dios se ven ultrajados por el comercio, el caos, la música y el desorden generalizado.
Quedarán grabadas en mis recuerdos como tristes postales dos situaciones que observé en la ocasión, la primera, un grupo de jóvenes que mientras buscaban cómo acomodarse en la vereda entre las ramas de árboles que hace casi dos meses cortaron empleados municipales y dejaron tiradas a la buena de Dios, se pasaban uno a otro las botellas plásticas de gaseosa cortadas al medio con vino riendo a carcajadas mientras escuchaban una y otra vez el mensaje difundido por las bocinas: “El que quiera tomar alcohol que se quede en su casa”; y la segunda, una pequeña imagen de Nuestra Señora de Lourdes partida al medio tirada por vaya a saber quién en una caja desbordada de basura. ¿Será que así se sintió Nuestra Madre?, ¿partida al medio entre tanta basura?.-