En el programa "La Liga" que emite Telefe se presentó un nuevo informe sobre la tragedia del boliche de Once "República de Cromanón", con testimonios de todos los que de una forma u otra han sido protagonistas de esa fatídica noche. En el excelente trabajo periodístico, se incluyeron declaraciones de Omar Chabán, del ex jefe de gobierno de la ciudad de Buenos Aires Aníbal Ibarra, de algunos jóvenes que pudieron salir medianamente ilesos de esa jaula mortal, familiares de las víctimas, peritos técnicos, abogados, etc.
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En el proceso judicial se está buscando la verdad, cómo sucedieron realmente los hechos, qué pasó, quiénes intervinieron por acción u omisión para que todo terminara como terminó. Y seguramente habrá sentencia y condena, culpables y condenados, pero nada puede devolverle la vida a quienes la perdieron en ese combinado maligno de imprevisión, desidia y culpas compartidas.
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Recuerdo que al día siguiente de la tragedia y con posterioridad a que todos los medios del país y el mundo mostraran esas primeras imágenes en la puerta de la disco, recibí un mensaje de texto de un amigo diciéndome algo asi como "Bien che, 175 faloperos menos!!", el número de víctimas que por entonces se difundía. Fue tan impactante leer ese mensaje que ni siquiera pude responderlo. Con el tiempo entendí que mi amigo no era el único en pensar así, que muchos -aún hoy inclusive- opinaban de esa forma, que se trataba de rockeros, drogadictos, borrachos, vagos que habían encontrado la muerte como consecuencia de su estilo de vida. Una y otra vez me acordé también de ese particular proceso tan estudiado en Criminología de la "inversión de roles" o doble victimización, es decir, aquella insistente manera de culpar a la víctima convirtiéndola en victimaria.
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Convencido de que la prevención una vez más había estado ausente, escribí y publiqué un artículo, el que incluyo hoy en el blog dado que mantiene intacta su descripción de cómo actuamos los argentinos en sociedad, confirmando todos los días que tenemos culpas compartidas.
LA PREVENCIÓN... AUSENTE UNA VEZ MÁS
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La tragedia de Once pone una vez en la mesa de conversación la difícil problemática de la seguridad en los locales bailables, el como garantizar a los asistentes a ese tipo de locales la mínima e indispensable seguridad para que su presencia en los mismos no se transforme de un momento de diversión o entretenimiento en una noche trágica de muerte y dolor.
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Y todo conduce también una vez más a algo tan comentado y debatido en los últimos tiempos: La prevención, de la que mucho se habla y por la que poco se hace. Argentina es un país donde la prevención prácticamente en todas las áreas brilla por su ausencia, nadie previene nada, nadie controla nada, y por eso suceden las cosas que suceden. Los argentinos necesitamos tragedias, muertes, índices alarmantes de delincuencia, reincidencias criminales de todo tipo para reaccionar, para recién empezar a plantearnos las posibles formas o mecanismos de prevención. Pero siempre es tarde, siempre llegamos después, siempre actuamos después.
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Frente a las muertes, las familias destruidas, el horror de lo sucedido, de nada nos sirven ahora las nuevas medidas, los nuevos controles, las nuevas estrategias preventivas y menos aún las despreciables imputaciones que se lanzan uno a otro los gobernantes o funcionarios de turno; nadie es responsable, todos son tristes imitadores del Procurador Poncio Pilatos.
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Basta de lavarse las manos, basta de inútiles promesas o ficticias medidas porque después como siempre nada de todo eso se llevará a la práctica y sólo quedarán en simples reacciones momentáneas por lo tristemente acaecido. Son respuestas estructuradas sólo para el hoy.
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La tragedia del boliche de Once es un licuado de culpas, en mayor o menor medida todos aportaron irresponsabilidad y desidia para que la noche terminara como terminó, un empresario irresponsable ávido de dinero que permitió el ingreso irrestricto y sin control de concurrentes, entre ellos niños, sin las más mínimas condiciones de seguridad; los jóvenes que encendieron bengalas pese a que se les había solicitado por las condiciones del lugar que no lo hicieran, los padres o madres de familia que concurrieron a un evento de ese tipo con sus pequeños hijos para que a modo de guardería infernal los hacinen en el baño de mujeres, y fundamentalmente, muy fundamentalmente las autoridades de la Jefatura de Gobierno que nada controlaron ni supervisaron, habilitando un local cuando no estaba en condiciones para funcionar. Todos actuaron con mayor o menor nivel de responsabilidades para que la tragedia se consumara. Y todo lo que hoy se pueda hacer o decir, sirve para adelante, para el futuro, pero no para atrás, para el pasado. Cuando todos somos culpables, paradójicamente, nadie es culpable.
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Tenemos que aprender de los errores, tenemos que corregir lo que está mal y de una vez por todas empezar a actuar antes de las tragedias, ¿no repetimos acaso cotidianamente aquello de que “es mejor prevenir que curar”?, ¿por qué no lo hacemos entonces?. Lo repetimos, lo afirmamos pero no lo ponemos en práctica, ni siquiera lo exigimos de nuestros gobernantes. Y es porque no sabemos prevenir, como tampoco sabemos exigir. Y cuando por casualidad o inercia se ejerce desde el Estado algún tipo de control, nos enojamos, nos quejamos y si podemos zafar, zafamos. No entendemos la importancia de la prevención, desde el cinturón de seguridad, el casco en la moto hasta el mismo preservativo, todo lo que sea prevenir nos parece o resulta una asignatura menor. Y no lo es, claro que no lo es. Cada cachetazo que nos asesta la irresponsabilidad, pasividad o dejadez de nuestros dirigentes y de nosotros mismos, nos demuestran que no es para nada una asignatura menor. Pero no nos damos cuenta.
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Si no cambiamos, si no corregimos y si no asumimos los argentinos nuestras propias culpas, inclusive la de elegir a los gobernantes que nos conducen, vamos a seguir diciendo muy frecuentemente: “La prevención... ausente una vez más”.-

Publicado en el periódico "RESUMEN DE LA REGIÓN",
Alta Gracia, Córdoba - Enero, 2005